jueves, 18 de noviembre de 2010

Encogimientos del alma y otros efectos

Me provocas. Una mirada basta para encender la maquinaria en mi pecho. Los engranajes rugen como leones hambrientos, desencadenando la tormenta de sentimientos desbocados que se bañan en esta sangre que tiñe el entramado viviente. Sigo, por inercia, por constituir un desdoble de mi ser que funcione en automático, por no pensar más ni volver a hacernos daño. Continúo por este camino lleno de sorpresas ocultas, en un mundo en el que las sorpresas hace mucho que dejaron de regalar sonrisas.

Y después me apago. Mis impulsos se desmayan de repente y quedo anegada en una oscuridad densa y pegajosa, justo de esa clase que cuesta tanto quitar, una especie de mermelada perpetua que se adhiere a las paredes del espíritu y lo asfixia sutilmente hasta que la oscuridad deja de molestar.

Ahora me giro hacia ti y puedo verte. Mañana ya no podré. Deja que mi alma llore conmigo por cada segundo que la vida nos ha robado. Deja que me deshaga en el agua de las horas condenadas. Deja que invente cómo puede existir la luz allá donde tú no estés.

¿Y qué si me excedo? Tal vez sea mejor un exceso que una meta que se aleja a una velocidad vertiginosa e inhumana. Tal vez sea mejor mancharse las manos ahora, cuando duele, mientras importe. Todo cuanto signifique vida, todo cuanto estremezca los sentidos, todo cuanto al herir, condene.

Todo.

Todo forma parte del milagro de los días felices.

5 comentarios:

  1. Es gratifiacante que una mirada pueda hacerte sentir de essa manera.

    A veces es más doloroso no excederse, que hacerlo y pensar en el dolor que te pueda causar

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  2. Tu mirada si que provoca. Sentimientos contrariados. Pero me encanta volverme hacia ella de vez en cuando y comprobar que sigue ahí Y ahora más cerca

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Anónimo 3, relájate. Este no es el momento ni el sitio para eso que haces.

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